El costo de dar la cara

27 de diciembre, un vídeo hecho por estudiantes universitarios se volvió viral en horas; otro vídeo circuló como respuesta y ambos provocaron el mayor enfrentamiento discursivo de toda la campaña electoral costarricense 2014.

Datos estadísticos fueron y vinieron en monólogos partidistas cargados de apasionamiento pero también de agresión para las dos jóvenes que pusieron su rostro a los vídeos. En medio del campo de batalla, Anastasia y Leah sortearon con argumentos varios de los ataques intolerantes pero fueron impactadas por muchos otros llenos de pólvora patriarcal y machista.

Tres semanas después, ambas comunicadoras escriben su experiencia para Ojo al Voto. Acompañamos sus relatos con un artículo de la experta en género Yadira Calvo y de dos usuarias conocidas en redes sociales, Julia Ardón y Ale Montiel.

Lo sucedido alrededor del caso “Nuestro nombre es Costa Rica” mostró muchas cosas del país menos poseer una alta cultura política que otorgue a la mitad de las electoras su pleno derecho a expresarse y a defender ideas sin ser atacadas por ser mujeres.

Anastasia Molina

Formar parte de la iniciativa de “Nuestro Nombre es Costa Rica” me ha llenado de satisfacción, debido al interés, apoyo y apertura al diálogo que ha despertado la propuesta. Ser el rostro del proyecto, implica ser el blanco que se reconoce más fácilmente y debido a esto, el más vulnerable a opiniones y críticas.

Gracias a las luchas feministas que han librado muchísimas mujeres antes que yo, en Costa Rica, las mujeres tenemos el derecho de expresarnos libremente sobre política y por eso me siento muy orgullosa de haber alzado mi voz, por medio de nuestro proyecto. Sin embargo, es imposible ignorar la manera en que mi condición de mujer, sin duda ha generado críticas y reacciones que posiblemente no tendrían lugar, en el caso de que el rostro de la campaña fuera el de un hombre.

Entre dichas reacciones, destacan falacias como el argumento ad-hominem, donde se apela a mi apariencia física, discutiendo sobre ella como si fuera un tema de importancia en la campaña, ignorando y descalificando el mensaje de la misma y lo que verdaderamente pretende transmitir. Menciono esto, debido a que he recibido mensajes donde la felicitación gira más en torno a mi imagen que a mi aporte ideológico y mi trabajo en el proyecto. Sin embargo cabe mencionar que esto ha sido la excepción y que la mayoría de felicitaciones, opiniones y críticas han sido centrándose en lo importante: el mensaje de nuestra iniciativa y el trabajo audiovisual realizado.

De la misma manera, he recibido críticas falaces que apelan a mi supuesta “falta de conocimiento”, con comentarios misóginos como “que las mujeres lo único que hacen es quejarse” y “la que se enoja pierde”, que lo que buscan es minimizar la participación de la mujer, como si la política fuera un espacio donde esta no cabe y todo lo que dice esta de más.

Por otro lado, las críticas no son sólo por ser mujer, sino una mujer joven. Aquí destacan comentarios adulto-céntricos que descalifican el mensaje de nuestra campaña, apelando a mi falta de edad o “experiencia”, como si necesitara tener más edad para poder opinar sobre asuntos políticos que me han afectado y que me van a afectar directamente, a mi, a mi familia y todos los y las costarricenses.

A pesar de que no se puede negar que he recibido, en mi papel del rostro de la iniciativa, reacciones androcentristas que me intentan descalificar por el hecho de ser mujer, me siento sumamente complacida, tanto por ser parte del proyecto, como con la mayoría de opiniones y críticas que ha provocado la campaña. Pues esas reacciones machistas han sido la minoría y en general todo lo que buscaba transmitir, ha sido escuchado y respetado.

Por último, me enorgullece que la campaña haya tenido tan buena acogida, como una iniciativa ciudadana y no partidaria. Esto demuestra que el monopolio de la discusión política, no está ya ni en los medios tradicionales, ni en los partidos políticos, sino que pertenece a todos los ciudadanos. Y que además es, en este caso, una lucha con rostro de mujer.

Anastasia Molina es estudiante de producción audiovisual y microempresaria

Leah Netzer

Viernes 27 de Diciembre, 9:00 pm, me encontraba comiendo cuando ingresó un “inbox” de Facebook a mi celular con un link que me llevaría a un video titulado “Nuestro Nombre es Costa Rica”, en el lugar no pude escuchar muy bien el audio, pero lo colorido de las tomas y los bellos paisajes me llamaron la atención hasta que leí la frase final: “Nuestro Nombre es Costa Rica. Y vamos a Votar por pero por ustedes NUNCA”, me percate que era un ataque directo para los partidos tradicionales como el PLN y el PUSC, pero no firmado por ningún partido “extrañamente”, por lo que decidí volver a escucharlo con calma y posteriormente responder la mañana del sábado, con un comentario personal en Facebook.

La nota se fue convirtiendo en una opinión colectiva y empezó a compartirse hasta que el martes 31 de diciembre, este pasó de letras a un video, el cual dejó a la vista algo más que mi respuesta, dejó en exhibición un pecado que en pleno siglo XXI sigue pasando factura en la política y en la sociedad: SER MUJER Y SER JOVEN.

Las reacciones no se hicieron esperar en redes sociales. Un fin de año como nunca antes, donde lejos de recibir mensajes de felices fiestas se saturaban tanto de palabras a favor, exaltando la valentía para hablar y tener los ovarios suficientes, como de odio, burla, insultos xenofóbicos, misóginos y prejuicios. Utilizando una palabra de moda podría decir que fui objeto del llamado “Bullying cibernético”.

“Puta, sobrada, mocosa, extranjera asquerosa, lamehuevos, servil, gorda, imbécil, cabeza hueca, estúpida…” abundaron en las redes sociales, en especial “caballeros” que no tienen la remota idea de quién soy.

Salir en un video sin calzar en las medidas perfectas del estereotipo de belleza que nos han dictado fue parte de mi pecado, junto a ser una mujer joven que está inmersa en la política y cuyo nombre aparece en la lista diputadil por San José en el puesto 14, el cual obtuve según muchos por acostarme con cualquiera que tuviera una cuota de poder, o por tener un apellido “diferente”. A ninguno le pasó por la cabeza el trabajo, el esfuerzo, las ideas o la inteligencia; es más fácil juzgar que pensar. No me pagaron un cinco, ni cobré por eso; di mi cara por defender lo que creo por externar mi opinión, por decir y responder a un ataque, por cierto hay una diferencia entre plagiar y responder y eso fue lo que yo hice.

Soy una mujer completa, profesional, segura, con mi propio criterio, que decide día a día luchar por sus sueños, por su país independientemente de una bandera o color político, de una moda o una ambición, a mí me mueve una convicción, un ideal, NADIE me tiene que poner las palabras en mi boca para expresarme, ni tampoco llegare a donde me proponga denigrando mi cuerpo, ni mi integridad. Ya es hora de quitar esas campañas de odio, con una mentalidad retrograda y entender que la madurez no es variable de la edad, la belleza no se mide con una talla y la inteligencia, capacidad y carácter no son exclusivas del género masculino.

Acá se podrá cambiar de gobierno, de partido y presidente, pero realmente vamos a ver un cambio real cuando decidamos cambiar y quitarnos esa actitud cobarde disfrazada de violencia.

@Leahnetzer es periodista y autora del vídeo de respuesta al de Nuestro nombre es Costa Rica.

DE INJURIAS Y RAZONES

Foto: Juan Caliva/Traffic

Recientemente se difundieron dos videos titulados “Mi nombre es Costa Rica”. El primero plantea una crítica al deterioro del país durante los últimos treinta años; el segundo, manifiestamente liberacionista, intenta desmentir al primero, le copia el nombre y a todo lo que el otro dice sí, este dice no. Son dos puntos de vista opuestos y uno y otro intentan plantear sus criterios. Como lo señaló Konrad Adenauer “en política lo importante no es tener razón sino que nos la den”. Por eso la propaganda. Pero no es ese el asunto del que quiero hablar.

Estamos en un campo en el que sigue predominando la imagen y la voz masculinas, no solo en las candidaturas sino en el análisis políticos. La novedad estriba en que, a pesar de eso, en ambos videos las personas que los protagonizan son mujeres y son jóvenes. De entrada me pareció un buen principio para acabar con aquello de que “cuando hablen barbas, callen faldas”. No obstante, por algunos comentarios en las redes sociales, queda claro que el físico de las mujeres o los prejuicios sobre su conducta sexual hacen tanto ruido que tienden a opacar lo que dicen. Independientemente de que el segundo video resulte poco convincente, muchos de los comentarios aluden no eso, sino a la talla de la joven que en él aparece, o denigran su inteligencia, o hacen sugerencias sobre su presunta inmoralidad. Abundan expresiones ofensivas como “gorda, “imbécil, “sinvergüenza” y ”prostituta”. Mala manera de defender posiciones, mala manera de atacar ideas; escaso favor a partido al que se adscriben. “Nunca la razón ha sido injuria”, dijo sor Juana. Y bien podríamos agregar que nunca la injuria ha sido razón.

Yadira Calvo es investigadora experta en género, escritora y Premio Nacional de Cultura Magón 2012

Comentarios

Julia Ardón

@julilaardon

Lo que yo sentí en los círculos donde me muevo fue un agradecimiento total al video de Nuestro nombre es Costa Rica, porque al fin, alguien puso con imágenes y palabras un sentimiento muy generalizado. Para mi la inclusión de la muchacha como personaje principal representando a esa nueva Costa Rica fue una gran idea, porque sí, somos las mujeres quienes generalmente más nos preocupamos por el bien común, a pesar de que en esta campaña todos los candidatos que nos representan son varones. No me gustó que gente para apoyar al video hiciera énfasis en que qué guapa la muchacha o qué bonita, como si eso fuera relevante. Y no es que no se pueda comentar que una muchacha es bonita, claro que no, eso es inofensivo, pero es solo un detalle, ante la profundidad y contundencia del discurso. Cuando salió la réplica, horrible, para mi gusto, las referencias a que la muchacha "era gorda". Por supuesto que eso también es irrelevante y muy grosero.

Es una lástima que cada vez que una mujer se involucre en temas públicos se convierta en tema si es bonita o no, cómo se viste, si se maquilla o no....es una lástima y habla de tanto que nos falta alcanzar una verdadera equidad de género.

"siempre los temas de violencia machista son menospreciados...cuando es la violencia machista la que produce más muertes de mujeres en este país. Un tema de seguridad pública nacional! pero menoscabado, porque tomar conciencia de él pasa porque las mujeres nos demos cuenta de nuestra condición de subalternidad , complicidad o muchas veces incluso sumisión y pasa por otros filtros patriarcales por los que la mayoría de la población, incluida la que se considera progresista, de avanzada, o respetuosa de los DDHH, pasa. Me indigna mucho a mi que se menosprecie este tema tan a menudo en tantos círculos. Y estas cosas pequeñitas son las que ayudan a legitimar cosas más grandes y perversas"

Ale Montiel

@solentinameisla

Nuestro nombre es Costa Rica me gustó. No me fijé tanto en las imágenes o el rigor académico, me gustó lo que dice y cómo lo dice. La apropiación que hicieron casi al día siguiente y la respuesta no me gustó tanto, sobre todo por el tono beligerante y porque las consignas, de cualquier color, fruncen los tímpanos. De ambos me sorprende porqué se conceptualiza a Costa Rica como una chiquita.

A la del video original, la visten y la calzan como se viste una niña, hasta con prensita en el pelo. Y la idea se refuerza al caminar por las calles sin cuadernos, sin motetes o sin un chiquito de la mano; es decir, sin nada que le preocupe en esta vida.

Curiosamente, ambas actrices calzan con nuestros conceptos de belleza: una con el sueño genético separatista europeo: blanca, de pelo negro y menudita. La otra, con la realidad morena de la mezcla de razas y con una negrita de piedra.

A una la ponen modosita, de las que saben comportarse con las visitas. Sonríe sin enseñar los dientes, calladita. A la otra, como la chiquita del otro lado del espejo: peleona, quejosa, regañona, vieja de patio, echando en cara, desafiante, malcriada, acusando al Otro de chisme y cizaña pero valiéndose precisamente de esa técnica.

En los dos- ¡qué triste!- a Costa Rica la presentan como una mujer infantilizada A una el papánoviomarido le dice qué hacer y pensar; a la otra no le dice nada para no tener que oírle esa habladera. Las dos, y por extensión todas nosotras, venimos siendo una especie de discapacitadas políticas para las que el ejercicio de la ciudadanía es jugar de casita o pleito seguro con la vecinita. Tantos años, tanta educación gratuita, tanta lucha por derechos ¿para esto? ¿O es que la agresión se hace invisible cuando viene tatuada en la herencia? Lo digo desde el feminismo histérico de izquierda (o del feminazismo africanizado, como le dicen para fomentar el desprestigio): A mí me daría pena usar algo tan dulce y tan lleno de esperanza como chiquita para decir lo que los hombres no se animan a decir de frente. O traduciendo, para darme mejor a entender: Una sabe que el hombre le hace caricias al caballo, pa montarlo.