Ana Beatriz Fernández entrevista a Ileana Chacón. Foto: Katya Alvarado

Ileana Chacón, votante con discapacidad visual, impulsa acciones en pro de la accesibilidad de las personas no videntes y su derecho a votar en igualdad de condiciones. (Foto: Katya Alvarado)

Chía duerme apaciblemente en el garaje. Tiene puesto su uniforme laboral: un arnés de cuero con argollas que sujetan una correa. A una señal estará pronta a asistir a su dueña, Ileana Chacón, quien se prepara para votar en la escuela Rogelio Fernández Güell en el centro de Ciudad Colón. Chía, de raza Labrador, ha sido guía y protectora de doña Ileana durante 7 años.

En el trayecto hacia el centro de votación, a unos 600 metros de la casa de doña Ileana, caminan seguras y confiadas. Transitan sobre la calle y a veces en las aceras; se detienen en las esquinas para que pasen los automóviles, y en los semáforos esperan a que suene el pito indicador para cruzar las zonas peatonales.

Son las 10 de la mañana y ya el Sol pesa encima del pueblo. Doña Ileana, que perdió la vista como a los 15 años, comenta entusiasta que esta es la segunda o tercera vez que elige a los gobernantes de turno, mediante una plantilla con lenguaje braille que se coloca sobre la papeleta para presidentes y diputados. Explica que en teoría debería haber un par en cada junta electoral. Antes hacía su voto público, situación que le molestaba mucho, puesto que, como cualquier ciudadana o ciudadano, la asiste el derecho al voto secreto.

Según datos proporcionados por ella, el censo nacional del 2011 reveló que casi un 11 % de la población tiene alguna discapacidad, de la cual la mitad son no videntes, y doña Ileana pertenece a una minoría que ha podido acceder a la tecnología fabricada para estas personas. Así es como posee un teléfono y una computadora con herramientas,  mediante las cuales escucha una voz que le indica cómo manipular los aparatos. Ingresa, por tanto a Facebook, al sitio en Internet del Tribunal Supremo de Elecciones, tiene correo electrónico, y recibe mensajes de texto (audio) en el celular, entre otros servicios.

Sin embargo, reflexiona sobre la posibilidad real que tienen otros sectores, por ejemplo, los indígenas de Bribi en Talamanca o los habitantes de las zonas rurales muy alejadas, de acceder a estos progresos en materia de comunicación; incluso a conseguir un perro guía −en su caso donado por el Club de Leones−, cuyo dueño debe entrenarlo en Estados Unidos.

“El cumplimiento de los derechos debe ser indiscriminado, para que efectivamente se respeten las diferencias”, repite en varias ocasiones. Esta premisa ha sido el motor para su activismo en pro de la accesibilidad para las personas discapacitadas.

Doña Ileana ingresa al centro de votación asistida por su hijo y se detiene en la mesa que le corresponde; el muchacho busca su nombre en el padrón. Le pregunta si desea que le lea la lista de los candidatos para diputados. Ella comenta que, precisamente, ese es uno de los problemas por resolver con las plantillas en braille. No incluyen los nombres, solo las siglas de los partidos contendientes, y tampoco tienen escrito cuál papeleta es cuál, por lo que las personas ciegas podrían encontrarse a merced de los funcionarios en las mesas. “Yo conozco quiénes se están postulando, pero ¿qué ocurre con los votantes que no están informados?”. Considera que hay muchos retos que solventar, y para ello la población debe conocer y tener conciencia de las especificidades de la población con algún tipo de discapacidad.