Enciende uno el televisor y en medio debate presidencial aparecen 6 señores debidamente vestidos y engominados, excepto uno de ellos que se ubica -como si se tratase de un presagio- al extremo izquierdo de la pantalla. Chaquetón flojo que parece heredado, boina beige torcida y una canosa barba descuidada. Le ceden la palabra al pintoresco personaje. “¿Qué está haciendo ahí ese señor?”, toca preguntarse.

Hay que superar la primera impresión y -aunque cueste- darse la oportunidad de conocer a Héctor Monestel. Personaje excéntrico por naturaleza, el aspirante a la presidencia del Partido de los Trabajadores ha mostrado una inusual valentía. En medio de estos fueros tan complacientes, se ha comido la bronca de alzar la voz dentro de una bancada que una gran mayoría mira con desdén y desconfianza.

Sumado a esto, el candidato ha sido consistente en sus luchas y congruente con su discurso. Uno que, claro está, podría parecer extremo a la mayoría. Pero ni Monestel ni el partido al cual representa se han arrugado ante la crítica para ganar unos cuantos adeptos más, a diferencia de quienes acomodan el discurso a cambio de unos cuantos votos más.

Entonces, lo malo es ese extremismo, que combinado con un candidato estrafalario, resulta bullicioso y chocante al punto de impedir que el ciudadano de a pie haga la pausa para tomarles en serio. “El Partido de los Indigentes”, se deja escribir más de un hiriente en redes sociales. Triste retrato de cómo son percibidos. Apague y vámonos.

Ante este escenario, por más buenas que pudieran llegar a ser sus propuestas e intenciones, Monestel y sus jóvenes aliados no han logrado hacer que el mensaje cruce al otro lado de la mesa. Hasta nuevo aviso, continúan siendo un partido muy incómodo, sí, pero invisible en la papeleta.

René Montiel

@MontielRene es un apasionado de Tarantino, Radioheady la comunicación colectiva. Es director en la productora audiovisual Surrealista, locutor de 104.7 Hit, columnista de 89decibeles y colaborador de la revista Su Casa.